A falta de industrias la población extremeña no tenía más remedio que vivir el campo hasta no hace tanto tiempo. Las cosechas y el ganado dieron de comer a muchas familias hasta que buena parte de ellas emigraron en busca de otra vida mejor. Mi tradición familiar nace en un silo de trigo, y he vivido rodeada de sacos, carretillas y montones de este cereal. Hoy esos edificios se alzan como fantasmas hacia el cielo recordando épocas de bonanza agrícola y desequilibrios sociales.
Los sacos que recogen el trigo son de lino o lona y son piezas muy antiguas que llevaban los hombres en su ajuar, algunas presentan bordadas las iniciales, y casi todas remiendos cosidos a mano. Me interesa la idea del remiendo como sutura, como proceso artístico. Todos los sacos de lino están realizadas con telares artesanales. El tiempo que se tardaba en llevar a cabo ese trabajo de sembrar el lino, cardarlo, hilarlo, tejerlo y confeccionar el saco es impensable en nuestra sociedad de hoy.
Junto con la instalación en el Museo de Cáceres y en el atrio del convento de San Francisco de 100 sacos de trigo se han desarrollado dos acciones: la primera “Con un pan bajo el brazo surge de la obra de Wolf Vostell “Energía” una reflexión sobre los complejos vínculos entre el consumo y la producción e intercambio de recursos realizada por 80 alumnos del I.E.S. Sierra Santa Bárbara y el I.E.S. Pérez Comendador de Plasencia. La segunda “Vestir el palo” es una acción llevada a cabo por el grupo de danzantes de Jaraíz de la Vera, los cuales trenzarán cintas bordadas con pensamientos de Vostell. Entre ellas “Las cosas que no conocéis son las que cambiarán vuestra vida”.