El tiempo, en nuestros días, se ha convertido en un flujo caudaloso e imparable en el que apenas logran mantenerse a flote los estragos de la edad, las tareas diarias y los compromisos futuros. Luego está el espacio-tiempo contraintuitivo de la física y está el tiempo de la historia, a veces fastidioso, siempre atrayente por su carga de nostalgia en el que tan difícil es acomodarse, como individuo o como sociedad. El tiempo del presente parece que ya no es más que eso, un presente continuo al que incomodan el pasado y el futuro. Me he propuesto dibujar el tiempo procurando escapar de todos estos presentes.